Desde los descubrimientos europeos en América, se generó un sinfín de cartografía local y global, en la cual se relatan diferentes aspectos científicos y utópicos. Además, los siglos venideros ofrecieron una enormidad de información, proporcionada especialmente por las órdenes religiosas que visitaban y recorrían nuestro territorio. El progreso y evolución de esta técnica fue concebida directamente por los ejércitos conquistadores.En el siglo XVIII, con la nueva reforma administrativa de las colonias se replanteó el saber, no solamente a la Iglesia, sino más bien al mundo académico, que en conjunto con las órdenes militares fue apoderándose de la planificación territorial.De esta manera, podemos encontrar que la solicitud directa de Castilla correspondía a seguir obteniendo un catastro que debía completar el anhelado Padrón Real. Existen muchas solicitudes de información que abarcaron el territorio, las cuales iban dirigidas a la administración de turno y a las mismas órdenes religiosas. El amplio desarrollo espacial que obtuvieron los jesuitas por medio del conocimiento adquirido in situ en estas latitudes determinó una amplia obtención de territorios que debían devolver al imperio ibérico.
En este proceso, desarrollo y ruido político, un ingeniero delineador realiza, a petición de la corona, un informe del Reyno de Chile. Más allá de la elaboración del informe, llama la atención un trazo que confecciona y termina a comienzos del año 1768. El Mapa del Reyno de Chile, título que entrega y firma como su autoría, plantea una enormidad de interrogantes que pudieron ser útiles en las operaciones posteriores de la corona, pero cuya utilidad y empleo en la consolidación y restablecimiento de los límites del reino, así como de la identificación del enemigo indicado, queda en un absoluto misterio.
Trazos olvidados en el mapa de Higgins plantea redescubrir los elementos específicos indicados en su traza y las relaciones que conllevan a un antes y un después el reino de Chile.
Endless local and global cartography was generated since the discovery, which relate different scientific and utopian aspects. While, the centuries to come offered a wealth of information, provided especially by the religious orders that visited and traveled our territory. The progress and evolution of this technique was conceived directly by the conquering armies.In the 18th century, with the new administration, knowledge was rethought, not only to the Church, but rather, to the academic world, which together with the military orders were taking over territorial planning.In this way, we can find that Castilla's direct request corresponded to continuing to obtain a cadastre that had to complete the desired Royal Register. Many are the requests for information that covered the territory, directed to the administration on duty and to the religious orders themselves. In particular, the wide spatial development that the Jesuits obtained through in situ knowledge in these latitudes, determined a wide acquisition of territories that they had to return to the Iberian empire.In this process, development and political noise, a drafting engineer makes, at the request of the crown, a report from the Kingdom of Chile. Beyond the preparation of the report, a line that draws and ends at the beginning of the year 1768 draws attention. The Map of the Reyno de Chile, title that delivers and signs as its authorship, raises an enormity of questions that could be useful in operations later of the crown, but the utility and use in the consolidation and reestablishment of the limits of the kingdom as well as the identification of the indicated enemy remains an absolute mystery.Forgotten traces on Higgins's map proposes to rediscover the specific elements indicated in its trace and the relationships that lead to a before and after the kingdom of Chile.
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