La ausencia, considerada desde un punto de vista causal, nos permite articular un modelo panenteísta en el que el auto-repliegue divino se convierte en el comienzo del acto creador permitiendo la emergencia ontológica de una nueva realidad. Es la ausencia la que posibilita, en un primer momento, la acción kenótica creadora de Dios que sostiene el despliegue autónomo de un mundo que tiende hacia Dios buscando recuperar la plenitud perdida.
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