Uno de los métodos de los Habsburgo para controlar sus bastos [sic] territorios, muy de su gusto, fue la recogida de información. En el siglo XVI Felipe II tenía una eficaz red de inteligencia frecuente y rápida que enlazaba Madrid con las principales ciudades de la época. Desde París, Londres, Roma, Bruselas, la mítica Estambul o Venecia -sin duda por entonces la capital mundial del espionaje-, cualquier conocimiento obtenido debía llegar a su poder para mantener controlado el mayor Imperio del mundo. Con el correo como único medio, sus espías debían enfrentarse a las rudimentarias comunicaciones de la época, pero aun así transportaban tal cantidad de avisos que los gobernantes españoles se veían desbordados.
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