Una de las medidas tomadas por los reguladores y supervisores para aliviar la carga sobre la banca en los momentos más duros de la pandemia fue permitir la utilización de los colchones de capital establecidos en el marco de Basilea III, tanto el denominado contracíclico, que se desactivó en aquellos países en los que estaba activo (no era el caso de España), como sobre todo el colchón de conservación de capital. A pesar de dicha autorización, e incluso con las autoridades animando a las entidades a usar dicho colchón, son muy pocas las que han hecho uso del mismo. En este artículo se realiza un análisis empírico, sobre una muestra de 50 bancos europeos, tratando de explicar esas reticencias a usar sus colchones de capital y, muy especialmente, la que se conoce como “hipótesis del estigma”, según la cual el utilizar dichos colchones supone reducir la holgura de capital respecto al exigido por el supervisor, lo que sería considerado por el mercado como una señal negativa (estigma), que conllevaría una penalización en su valoración. Además, se muestra cómo este efecto no es independiente de las exigencias formales del supervisor respecto a la mínima ratio de capital que deben satisfacer las entidades, abriendo la puerta a una regulación que aliviase dicho estigma.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados