Madrid, España
Tanto en los países con los sistemas educativos más desarrollados como, desde luego, en aquellos con los más frágiles, la educación tiende a percibirse como una suerte de catástrofe, como un sector fallido y atrasado casi por defi nición al que todos reclaman cambios profundos. Este artículo trata primero de identifi car cuáles son las auténticas catástrofes de la educación –la persistente crisis de aprendizaje, la recesión de la democracia y sus efectos sobre la universalización de la educación, y el imparable ascenso de la educación en la sombra– que son anteriores a la pandemia de 2020 y a sus también catastrófi cas consecuencias. Estas catástrofes hacen de la innovación educativa una lucha contra los elementos y contribuyen a explicar por tanto las paradojas, desafíos y difi cultades del desarrollo y el progreso de la educación y el aprendizaje en nuestro mundo. A continuación, y a partir de ese análisis de tendencias globales, se presenta evidencia seleccionada sobre las direcciones más sólidas de innovación en educación con un foco en los países en desarrollo. Las agencias de desarrollo, bilaterales y multilaterales, las fundaciones, ONGs, y otros actores que invierten miles de millones de euros en la educación de estos países, necesitan con urgencia esa evidencia para no malgastar sus recursos
In both developed and emerging education systems education tends to be socially and politically perceived as a failed and backward sector that requires a radical overhaul and cutting-edge innovation. This paper sets out to identify the true catastrophes of education –the persistent crisis of learning, the democratic recession and its impact on universal education, and the rampant growth of shadow education– which precede the 2020 pandemic and its equally catastrophic consequences on the sector. These socalled catastrophes allow an analysis of the paradoxical challenges that education development is facing nowadays. The paper then ends with a selection of available evidence on the impact and cost-effectiveness of innovative interventions that could lead to a much-needed global agenda for education innovation, particularly for developing countries. The evidence available is increasingly compelling and sophisticated. Development agencies, bilateral and multilateral, foundations, NGOs, and many other actors who spend billions of dollars in the education systems of these countries, urgently require such evidence so that those resources are not squandered.
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