Los estados democráticos se caracterizan por establecer una división de poderes y por su respeto a los derechos y libertades individuales. Ello exiges la existencia de contrapesos que garanticen la independencia de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial en el ejercicio de sus respectivas funciones. Sin embargo, en las últimas décadas, se ha constatado una tendencia a la hiperacción del poder ejecutivo, acrecentada por la necesidad de responder con rapidez a distintos desafíos. Resulta necesario, por tanto, analizar el equilibrio del sistema ante las diversas crisis que debe afrontar un país y comprobar si la respuesta que se está dando es la más adecuada.
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