En una parcela muy limitada por dimensión y normativa, el proyecto encuentra la capacidad de generar un pequeño micromundo interior multiplicando las posibilidades de cómo vivir cada ámbito. Las limitaciones normativas son transformadas en oportunidades capaces de articular espacios intermedios donde la relación interior y exterior se diluye, definiendo una tipología no convencional que reflexiona sobre los modos de habitar contemporáneos. Esta cuidada exploración habitacional encuentra su coherencia material en la utilización de códigos constructivos locales que la integran con sensibilidad y discreción en el contexto.
Preexistencias y condicionantes. La parcela de la casa es pequeña y estrecha (5x20m.) y se encuentra en el límite de poniente de la costa donde se emplaza la Morera de Montsant. Tiene dos fachadas muy contrapuestas: el oeste, expuesta al fuerte viento de mistral, se abre al Priorat y al macizo del Montsant; y el este da a la calle Ciutadella y a la vida del pueblo.
Al inicio del proyecto, el solar era un lecho de roca entre dos medianeras imponentes, dentro de una medianera resistía un viejo almendro que se quiso mantener y transformar en la parte central de la casa sobre la que pivotan los espacios interiores habitables. De la antigua casa derrumbada sólo restaba un muro de piedra al final de la parcela y un montón de piedras y tejas que fueron reutilizadas en el proyecto.
Cuatro habitaciones exteriores. Ca la Closa es una casa formada por dos pequeños refugios destinados a dos hermanos montañeros, muy acostumbrados a pasar el fin de semana en una furgoneta, que valoraban tan habitable el espacio interior como el exterior. Por ello, se proyectaron cuatro espacios de interrelación entre el interior, el paisaje y el pueblo: la terraza, el balcón, el patio y el porche.
Formas de habitar. En cuanto al interior, la pieza superior, basada en los refugios-vivacs alpinos, es más simple porque es la que habita el hermano que pasa más tiempo en la montaña y sólo necesita un lugar donde resguardarse de la noche. En cambio, la pieza inferior es más compleja y está configurada por tres espacios interiores: la cocina, la única habitación de la casa y el espacio de reunión de ambos en torno a la chimenea en invierno y los observatorios de poniente en verano que permiten ver las estrellas. Así pues, Ca la Closa se transforma en dos experiencias vitales bastante independientes, pero a la vez suficientemente conectadas y con recursos compartidos, que se ajustan a la flexibilidad que se pedía. En definitiva, se trata de convertir cada estancia (en familia o con amigos) en una experiencia diferente, sencilla y confortable, que no deje de experimentar el paisaje o el pueblo, como contrapunto a la ciudad donde viven.
Materialidad y normativa. La casa está construida con dos cuerpos de obra de una única hoja de termoarcilla, que cierran los extremos del solar: uno se encuentra a nivel de calle en el fondo, y el otro se alza alineado con la calle para permitir la creación de un porche que, a modo de acceso de las casas vernáculas, contiene la escala y permite justificar la plaza de aparcamiento obligatoria según la normativa urbanística. En medio está el patio del almendro rodeado por un cierre de madera que se pliega para formar la cocina y la habitación. Ahora bien, todo esto no se puede percibir desde el exterior de la casa, ya que su fachada intenta pasar desapercibida, por eso utiliza una composición y un sistema constructivo tradicionales basados en muros cerámicos revestidos con mortero de cal y con la piedra de la antigua casa en el zócalo y en aberturas verticales con persianas de cordel.
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