Michele & miquel
La estructura genera un nuevo paisaje que produce en sí mismo una nueva ecología, transformándose en un sotobosque capaz de gestar un microecosistema que permite la colonización espontánea de seres vivos. Ramas muertas que generan vida nueva. La sutil depresión en el terreno y la inteligente forma de entrelazar las ramas entre sí evocan a las arquitecturas animales, entre la cueva y el nido, tan resilientes al clima, utilizando los recursos disponibles. El equilibrio entre la sistematización de la colocación de las ramas y la propia variabilidad natural de los elementos generan un espacio con una alta carga de poesía, belleza, aparente fragilidad, sombras y reflejos.
En un bosque a las afueras de la ciudad de Taichung en Taiwan, se ha organizado la Feria Internacional de Jardines, la World Flora Expo. Para ello, se ha parcelado el bosque y trazado calles, caminos y aparcamientos.
Una proposición «panfleto». El jardín, un montón de ramas muertas, muestra la contradicción de estas grandes exposiciones, donde la vegetación natural existente (¿sin interés para el público?) ha sido reemplazada por “jardines” efímeros, artificiales y llenos de color, con el fin pedagógico de hablarnos de “naturaleza”! Todas las etapas de la evolución de un medio natural son dignas de ser mostradas. Cuando hablamos de naturaleza, de jardín, no hay un estadio último. Esta propuesta recuerda que la vegetación exuberante mostrada en las exposiciones nace de la presencia de un suelo, de un humus que surge de la transformación y descomposición de la madera y de las hojas muertas.
Aquí, es el estadio de las ramas muertas, tan noble y bello cómo el de las plantas con hojas y flores, que hemos querido mostrar.
Enseña también la frágil frontera entre jardín, arquitectura y lugar. Una ligera depresión realizada en el hueco del refugio proporciona la tierra puesta como contrapeso sobre el pie de los elementos vegetales, irregulares, pero dispuestos metódicamente. El enredo de sus cabezas construye una estructura, flexible pero muy resistente a los fuertes vientos de Taiwán.
Sin cimientos, sin uniones mecánicas, sin ataduras ni sujeciones. Ninguna estructura adicional. La intersección de ramas es suficiente para aguantar esta cabaña a la Dersu Uzala.
Una arquitectura de sombras, luces y reflejos, tanto nido como umbráculo. Las ramas se afinan y se esclarecen al acercarse a la cumbrera, creando en el centro, una entrada de luz más fuerte, una abertura al cielo.
Y en el suelo, como un eco, la ligera depresión en la arcilla roja crea un espejo de agua, reluciente al final de la tormenta.
Si se baja la cabeza al entrar en este sotobosque, al salir, la perspectiva se abre y la mirada se dirige hacia el follaje de los únicos arboles vivos conservados en la parcela.
Un jardín «muerto» lleno de vida potencial. Sin mantenimiento ni riego, aun así, el jardín no ha necesitado mucho tiempo - los 6 meses de la exposición - para que las malas hierbas, musgos, flores salvajes y enredaderas tomen al asalto “el edificio”. Con sus variaciones de humedad, de exposición al sol, sus hendiduras, sus múltiples “perchas”, el jardín de ramas acoge pájaros, insectos, arañas, lagartijas y ranas, toda una fauna que ha sobrevivido tras cruzar los caminos hormigonados y desinfectados de la Expo Floral.
El jardín de ramas sólo manipula plantas muertas. Lo vivo se instala por cuenta propia. En la tierra húmeda, las raíces sin vida y los troncos muertos son entregados a los insectos subterráneos, hongos y otras bacterias. Con su paciente labor de digestión completan la obra.
La obra acaba colapsando, la forma se convierte en materia, el árbol en humus. Los brotes renacen.
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