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Resumen de Dieta Mediterránea y dieta japonesa vs enfermedades neurodegenerativas

Yaxin Hu Yang, María Teresa Iglesias López

  • español

    Las enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer (EA) han cobrado gran  importancia en los últimos años debido al aumento del número de casos a nivel mundial, convirtiéndose en  un gran problema para la Salud Pública. Esto se ha debido a un incremento de la esperanza de vida, lo que se traduce en un mayor número de personas ancianas en riesgo de padecer enfermedades crónicas y degenerativas. La EA es el tipo de demencia más común suponiendo un deterioro cognitivo que, en última  instancia, lleva a una disminución y pérdida de la autonomía del paciente. Se caracteriza por la pérdida de la  sinapsis neuronal debido a la presencia de placas seniles (PS) formadas por la acumulación de péptidos ß- amiloide a nivel extracelular, y agregados de la proteína tau hiperfosforilada a nivel intracelular dando lugar  a los ovillos neurofibrilares (ONFs). Esto conlleva un aumento del estrés oxidativo y de procesos inflamatorios que producen, finalmente, la apoptosis neuronal.

    Actualmente, no existe ningún tratamiento farmacológico capaz de revertir dicha patología por lo que, una  de las estrategias a las que se está recurriendo, es la intervención a nivel de los factores de riesgo  modificables que se han asociado al desarrollo de la EA como, por ejemplo, las enfermedades  cardiovasculares. El estilo de vida, especialmente los hábitos dietéticos y la realización de actividad física  parecen jugar un papel importante en la prevención de la aparición de la EA y otras enfermedades  neurodegenerativas. La dieta Mediterránea y la dieta japonesa son consideradas mundialmente como dietas  prudentes, saludables y nutricionalmente equilibradas. Por ello, el análisis de ambas dietas en el contexto de  la disminución del riesgo de desarrollar la EA es de gran interés. El objetivo de este trabajo es llevar a cabo  una revisión bibliográfica sobre la evidencia actual acerca de la asociación de dichas dietas con la función  cognitiva y la EA.

    Tanto la dieta Mediterránea como la japonesa parecen contribuir a minimizar la probabilidad de padecer la  EA. El alto contenido en sustancias antioxidantes y antiinflamatorias parece ser la razón. Los principales  alimentos y nutrientes responsables de estas acciones son: polifenoles, carotenoides e isotiocianatos  procedentes de las verduras, frutas y tés; ácidos grasos poliinsaturados omega 3 del pescado azul y ciertos  aceites; ácidos grasos monoinsaturados presentes en el aceite de oliva; vitaminas liposolubles e  hidrosolubles y minerales; e isoflavonas de la soja, entre otros. Todos estos componentes pueden actuar  sinérgicamente para prevenir la enfermedad directa o indirectamente. Además, se promueve también la  realización de actividad física regularmente como hábito de vida saludable.

    Actualmente, los datos relacionados con esta asociación siguen siendo inconsistentes posiblemente debido a  la escasez de ensayos controlados aleatorizados y estudios epidemiológicos clínicos y observacionales a  grande escala con diseños de estudio y métodos estandarizados. No obstante, los resultados de los que se  disponen hoy en día permiten establecer una relación negativa entre el seguimiento de estos patrones  dietéticos y el riesgo de sufrir la EA.

     

  • English

    Neurodegenerative diseases such as Alzheimer's disease (AD) have become very important in recent years due to the increase in the number of cases worldwide, becoming a major problem for Public Health. This has been due to an increase in life expectancy, which translates into a greater number of elderly people at risk of suffering from chronic and degenerative diseases. AD is the most common type of dementia assuming cognitive decline that ultimately leads to a decrease and loss of patient autonomy. It is characterized by the loss of the neuronal synapse due to the presence of senile plaques (PS) formed by the accumulation of ?-amyloid peptides at the extracellular level, and aggregates of the hyperphosphorylated tau protein at the intracellular level, giving rise to neurofibrillary tangles (ONFs). ). This entails an increase in oxidative stress and inflammatory processes that ultimately produce neuronal apoptosis.

    Currently, there is no pharmacological treatment capable of reversing this pathology, so one of the strategies being used is intervention at the level of modifiable risk factors that have been associated with the development of AD, such as example, cardiovascular disease. Lifestyle, especially dietary habits and physical activity seem to play an important role in preventing the onset of AD and other neurodegenerative diseases. The Mediterranean diet and the Japanese diet are considered worldwide as prudent, healthy and nutritionally balanced diets. Therefore, the analysis of both diets in the context of the decreased risk of developing AD is of great interest. The objective of this work is to carry out a bibliographic review on the current evidence about the association of these diets with cognitive function and AD.

    Both the Mediterranean and Japanese diets seem to help minimize the likelihood of AD. The high content of antioxidant and anti-inflammatory substances seems to be the reason. The main foods and nutrients responsible for these actions are: polyphenols, carotenoids, and isothiocyanates from vegetables, fruits, and teas; omega 3 polyunsaturated fatty acids from oily fish and certain oils; monounsaturated fatty acids present in olive oil; fat-soluble and water-soluble vitamins and minerals; and soy isoflavones, among others. All these components can act synergistically to prevent disease directly or indirectly. In addition, regular physical activity is also promoted as a healthy lifestyle habit.

    Currently, the data related to this association remain inconsistent possibly due to the paucity of randomized controlled trials and large-scale observational and clinical epidemiological studies with standardized study designs and methods. However, the results available today allow establishing a negative relationship between monitoring these dietary patterns and the risk of AD.

     


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