Cuando se anunció la sede de la cumbre del G-8 en 2010, muchos de los organizadores en Toronto fuimos cautelosos. Algunos estábamos preocupados porque el tipo de protestas que podríamos desatar debilitarían la organización local y darían lugar a una grave represión contra las comunidades de gente pobre y migrantes con los cuales trabajamos. Como miembro de la Coalición de Ontario contra la Pobreza (OCAP**), quería asegurarme de que tal evento no desviara la energía de las campañas locales existentes sobre el transporte, el cuidado de la niñez, la pobreza, la asistencia social, la migración y la vivienda. Como muchos, había participado en protestas contra otras cumbres en varias ciudades, recordándolas como eventos excitantes que no obstante dejaron a los organizadores locales quemados –provocando que frecuentemente las organizaciones locales enfrentaran cargos criminales, condiciones de desarticulación, hostilidad local y ruina financiera.
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