El catolicismo es sin duda, la religión más globalizada de cuantas hoy existen, y no tanto por su extensión -que, de hecho, es muy grande: algo más de 1.100 millones de adeptos, presentes en todos los países del mundo- como por la existencia de dos factores que han ido acentuándose a lo largo de los siglos: una cultura y una organización unitarias. Ambos elementos convierten a la iglesia Católica en una institución muy fuerte y eficaz, pero a la vez provocan un notable malestar en amplios sectores de la misma. Cabría decir que, también en el interior de la Iglesia, existe una especie de "movimiento antiglobalización".
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