El fracaso de la política estadounidense de los últimos cuatro gobiernos se debe a una ilusión perenne: que, con la estrategia correcta, Estados Unidos podría cambiar radicalmente la cosmovisión de Rusia y lo que percibe como sus propios intereses. Una nueva estrategia debe dejar de lado el pensamiento mágico y buscar ganancias graduales que promuevan los intereses de Washington en el largo plazo.
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