Dos logros fundamentales del siglo XX, los antibióticos y las vacunas, parecían haber terminado con las epidemias que habían afligido a la humanidad hasta entonces. En los años 70 se auguraba que, gracias a esos avances, las enfermedades infecciosas dejarían de ser la principal causa de la mortalidad humana.
Sin embargo, varias epidemias posteriores, entre ellas las del ébola, el sida, la gripe y la actual COVID-19, han desmentido ese pronóstico.
Para contenerlas, los esfuerzos de la medicina moderna han tenido que renovarse y acelerarse. Pero estos solos no bastarán y deberán corregirse también las condiciones que propician la aparición de nuevas enfermedades, sobre todo la pobreza y las desigualdades sociales.
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