Las actividades sincronizadas, como participar en un equipo de remo, bailar en grupo o tamborilear con los dedos de forma acompasada, aumentan nuestra generosidad, confianza y tolerancia hacia los demás.
Esos efectos de la sincronía responden a factores neurohormonales, cognitivos y perceptivos, y se relacionan con la liberación de endorfinas y la activación de las áreas de recompensa del cerebro.
Nuestra propensión a la sincronía nos permite establecer vínculos con muchas personas a la vez y crear grupos más grandes, lo cual pudo desempeñar un papel importante en la evolución humana.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados