La resonancia de la poesía de María Zambrano y la recuperación de esa “razón poética” zambraniana pone las bases para el estudio de una poética del silencio en su obra. La poesía de la filósofa andaluza ha aportado matices significativos al género lírico. Como ella misma ha señalado en varias ocasiones, la poesía se une a la realidad para dar lugar a la historia. La visión de Zambrano es de una gran originalidad porque utiliza otro idioma, el francés, para comenzar a escribir poesía. Además, porque ese margen silente entre palabra y pensamiento lleva implícito el punto de vista masculino y patriarcal para aportar un discurso personal y universal al mismo tiempo. El discurso filosófico occidental está unido a la oralidad y necesita de la poesía, del punto de vista femenino como invocación poética. A la mujer sabia en las más antiguas democracias se la recluía en algún paraje de difícil acceso como destierro. Sibila o hablante, era diferente y superior pero apartada. La que sabe, maldita en los patriarcados que reverenciaron su poder, se podría representar como Antígona, capaz de afrontar el abismo que rodea la existencia, la que no se deja distraer por fuegos de artificio y pasa, como la creación poética misma, “de lo imposible a lo verdadero, puesto que nacer es lo más imposible, incluido al animal, a la planta, a la piedra misma, a lo que forma la órbita del verdadero universo” (Zambrano, 1939:11).
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