Reensamblar lo social pasa, entre otros cultivos, por rescatar el concepto de experiencia. Acumular las experiencias colectivas de tiempo y espacio inducidas por los procesos urbanos, elementos nerviosos tradicionalmente excluidos de la planificación de las ciudades. Desde la crisis de 2008, la demolición de la esfera pública ha permitido a la clase cultural experimentar algo con intensidad: lo que no sea unir acción cívica y consciencia del lugar es abonarse a la intemperie.
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