Más del 30 por ciento de los alimentos producidos en el planeta acaban desperdiciados, y es urgente poner fin a semejante despilfarro.
Reducir el derroche no solo resolvería el problema del hambre durante décadas, sino que reportaría amplios beneficios ambientales en forma de ahorro de agua, conservación del suelo cultivable y del medio natural y reducción de los gases de efecto invernadero.
La sostenibilidad a medio y largo plazo de la cadena alimentaria dependerá de la transición a una alimentación basada en vegetales, pero también del aprovechamiento de lo producido, para el que existe un amplio margen de mejora.
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