México
Cioran no es un nihilista: es un escéptico a menudo entusiasmado, tentado por la más prístina fe. Pero, si de un principio metódico se aleja siempre, es de la voluntad de sistema. De ahí una debilidad congénita; o nos atrapa, o nos deja frío. En muchos arrebatos no se puede ni siquiera acompañarlo; lo percibimos a la distancia, lejano e indiferente. Pero tiene absoluta razón en algo: no se puede pensar —pensar de verdad—si creemos devotamente en el sentido de las cosas. Es probable que, a la larga, no se pueda vivir sin ese sentido, pero lo que exaspera al escritor es que tengamos que avalarlo como si fuera universal y obligatorio. ¿Por qué habríamos de hacerlo? ¿No basta con hacer el ridículo creyéndolo?
Cioran is not a nihilist: he is an often enthusiastic skeptic, tempted by the most pristine faith. But if he always moves away from a methodical principle, it is from the will of the system. Hence a congenital weakness; either it traps us, or it leaves us cold. In many outbursts we cannot even accompany him; we perceive him at a distance, distant and indifferent. But he is absolutely right about one thing: you cannot think —really think— 141 if you believe devoutly in the meaning of things. It is probable that, in the long run, one cannot live without that sense, but what exasperates the writer is that we have to endorse it as if it were universal and obligatory. Why should we? Isn’t it enough to make a fool of yourself by believing it?
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