Acepta, oh Señora! el sencillo voto que en el seno de tu huérfano aliento trazan mis manos. Con murallas de rocío encarcela las fértiles visiones del insomnio, las pesadillas de la fiebre, mi extravío y mi risa. Entre tus ropajes abisales ahoga el Verbo y las palabras, las que anidan en mis manos, las que corrompe mi garganta.
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