Tras casi 15 años desde la aprobación del Estatuto Básico del Empleado Público, todavía no se ha implantado de manera generalizada una de sus piedras angulares: la evaluación del desempeño. Porque a veces lo que macroscópicamente —en el ordenamiento jurídico, en el Boletín Oficial— tiene lógica, microscópica —y misteriosa— mente, se diluye en su aplicación por diversas razones, entre ellas porque chirría con la experiencia y naturaleza humana, lo que se exterioriza en algunos síntomas y fenómenos que se repasan en el presente artículo.
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