Providencia y destino señalan en el universo religioso a la condición activa del Misterio, que el sujeto religioso vive como una presencia viva y actuante, preocupada hasta de las cosas pequeñas de los seres humanos. El siglo-eje supuso en la historia de la humanidad un salto cualitativo que posibilitó considerar ambos aspectos de una forma nueva y personal.
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