Enseñar a pensar a los niños y a las niñas desde las primeras edades aprovechando su natural curiosidad y fomentar el hecho de pensar para que vayan elaborando un pensamiento propio son objetivos bien loables. Animada por el deseo de estimular la reflexión filosófica, la autora cuenta una experiencia que se apoya en la lectura compartida de dos libros-álbum y comparte sus reflexiones sobre las reacciones que provocó en un grupo de niños lectores. Como veremos, el artículo nos plantea, a los mediadores, algunos interrogantes sobre la manera en que desarrollamos nuestra labor y hasta pone en duda el oficio mismo de mediador.
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