Si tenemos como base que “el anuncio del Evangelio no puede prescindir de la cultura actual (que) debe ser conocida, evaluada y en cierto sentido asumida por la Iglesia, con un lenguaje comprendido por nuestros contemporáneos” (DA 480), el anuncio en las tecnologías digitales tiene que estar presente en nuestra praxis pastoral, ya no solo como un medio o herramienta más sino como un ambiente o lugar pastoral generador de comunión y pasible de conducir al empoderamiento. En todos los ambientes humanos donde la tecnología esté presente, para transitar de la conexión a la comunión, este espacio tendrá más que ver con el encuentro entre las personas y Jesucristo, y entre ellas en sí, que con el uso tecnológico; y de ese modo, “la red digital puede ser un lugar rico en humanidad: no una red de cables, sino de personas humanas”.
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