El docente se enfrenta a cambios de calado en la universidad actual, por lo que será preciso acabar con la inercia de rutinas del pasado.
El autor propone, en forma de decálogo, ideas para plasmar esas transformaciones, sabiendo, no obstante, que hay algo que siempre permanecerá inmutable en la figura del profesor: la solidez de sus conocimientos y la capacidad para transmitirlos de un modo inspirador y atractivo.
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