Tanto Londres como Boston son ejemplos sobre cómo los distintos actores locales, con las universidades como epicentros, pueden alinear sus objetivos a medio y largo plazo, y son capaces de atraer y retener talento, consolidándose como motores económicos y sociales dentro de sus respectivos países. La presencia de universidades de primer nivel ha tenido un impacto notable en el desarrollo del ecosistema emprendedor de ambas ciudades.
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