Carlos Calvo González-Regueral
La Defensa no ha sido prioritaria para las políticas comunitarias, aunque en los últimos años se ha tomado conciencia de la necesidad de impulsarla, con una atención especial al desarrollo industrial. En 2013 se produce un hito significativo cuando el Consejo decide debatir, de forma monográfica, el futuro de la seguridad y defensa. Hasta entonces el Consejo primaba las ópticas nacionales y la Comisión actuaba hacia la industria, fundamentalmente como regulador para extender las reglas de mercado único al ámbito de defensa.
La crisis de Libia de 2011 mostró la necesidad de disponer de autonomía estratégica. La crisis se produce en un momento de caída generalizada de los presupuestos de defensa que dificultaba abordar grandes programas de forma individual por las naciones. Cobra valor la necesidad de disponer de una base industrial competitiva que respalde las operaciones autónomas sin dependencias externas.
En este marco se promulga la Estrategia Global de 2016, de la que derivan la aplicación a defensa de la iniciativa PESCO y el Plan Europeo de Defensa, en el que se incluye un fondo dirigido a incentivar la cooperación industrial. La dotación del fondo entre 2021 – 2026 se ha rebajado, pero se ha mantenido a pesar de las presiones por reducirlo a niveles mínimos o incluso suprimirlo.
Las iniciativas de los últimos años para propiciar la cooperación en defensa, con especial atención al componente industrial, están en marcha y será difícil volver atrás, aunque los europeos estén inmersos en el dilema entre proteccionismo y cooperación, y en el debate sobre el papel de la Unión en el escenario global.
La crisis COVID 19 ha desviado la atención hacia otras políticas, pero no ha relegado la actuación en defensa. El futuro presenta un escenario de mayor inestabilidad, y mayor competencia entre grandes potencias en el que Europa no presenta una voz única. En esas condiciones se enfrenta a la necesidad de decidir entre disponer de capacidades adecuadas a sus objetivos políticos o mantener los modelos actuales.
Si el objetivo es contar con autonomía suficiente para abordar acciones independientes, el desarrollo de una política industrial de defensa resultará un elemento básico y estará condicionado por las visiones de los estados, el esfuerzo presupuestario, y la coordinación entre oferta y demanda.
Defence has traditionally not been a priority within Community policies. However, in recent years it had become aware of the need to promote it, with special attention to the development of the industrial base.
The most significant milestone for change comes in December 2013 when the Council discusses the future of security and defence. Until then, the Council took precedence over national optics and the Commission acted in the face of industry as a regulator to promote the implementation of single market rules in the defence market.
The Libyan crisis of 2011 highlighted the need for strategic autonomy. This abstract concept implies the capability to act. It highlights the need for greater autonomy in industrial matters to support military capabilities without external dependencies. The crisis also occurs at a time of widespread decline in defence budgets that makes it difficult for nations to tackle large programs individually. The need for a competitive industrial base to support autonomous operations is of value.
It is in this context that the EU Global Strategy in 2016 is enacted, resulting in the implementation in defence of the CFSP initiative aimed at streamlining demand, and the European Defence Plan, which includes the creation of a specific fund, the EDF, aimed at incentivising industrial cooperation to act on the supply side.
The initiatives launched over the past four years to promote security and defence cooperation, with particular attention to the industrial component, are underway and will be difficult to go back even if European countries are in the dilemma between protectionism and cooperation.
The COVID 19 crisis has diverted that attention. The future presents a scenario of greater strategic instability, which is faced with different national perspectives, greater competition between great powers in which Europe does not present a single voice, and a European society that seems far from its defence. Under these conditions, Europe faces the need to decide between having military and industrial capabilities appropriate to its political objectives or maintaining formulas for cooperation with third parties following current models.
If the strategic objective is to have sufficient autonomy to address actions independently, the development of an industrial defence policy will be a basic element and will be conditioned by member states’ visions, budgetary effort, and level of coordination of operational demand and industrial supply.
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