Esta contribución aborda la escritura de la historia de la educación como una historia del presente. La historia del presente es vista como un estilo de razón concebido, a la vez, como un gesto metodológico y teórico. Busca, a través de un cuestionamiento de las zonas ciegas del presente, rastrear sus orígenes. No se trata simplemente de volver al pasado en busca de la verdad. Por el contrario, lo que la obra de Michel Foucault nos permite es percibir las contingencias, las arbitrariedades, las fragilidades y, tantas veces, la violencia que encierra un conjunto de presupuestos, de formas de decir, de ver y de pensar que utilizamos en el ámbito educativo. De forma más concreta, me centraré en el currículo de la educación artística básica en Portugal, para mostrar cómo se construye no a partir de una relación con las artes, sino a través de sucesivas capas históricas en las que las representaciones del niño, de los métodos y de los procesos de aprendizaje se alimentan de los lenguajes psicopedagógicos con el objetivo de gobernar quién debe ser el niño y también quién no debe ser ese niño. Thomas Popkewitz se refiere a estas alquimias curriculares como el proceso de traducción que transforma un determinado conocimiento en una materia curricular, según las retículas de racionalidad procedentes de la psicología. La educación artística no tiene que ver con las artes, sino que es una traducción de los principios psicológicos del niño a la escuela. Con este proceso alquímico vienen también las reglas de cómo se supone que los niños aprenden, qué etapas del desarrollo deben atravesar, cómo se debe dividir y proporcionar el conocimiento y cómo las artes reflejan la vida interior del niño. La producción de conocimiento psicopedagógico sobre el niño produciría imágenes sobre lo que el niño es y sobre lo que debería llegar a ser.El gobierno de la infancia encuentra sus líneas genealógicas en el proceso de gobierno del cuerpo social, en el que al poder de gobernar correspondería siempre un gesto minucioso de producción de conocimiento sobre los gobernados. Así, una mirada a los currículos desde este enfoque teórico nos permite analizar no solo la estructura de la escuela, sino también las gramáticas que la ponen en funcionamiento, y problematizar el niño ahistórico del currículo de educación artística como un proyecto mayor que tiene en el gobierno del niño (y simultáneamente del maestro, de los padres, de las familias, de la sociedad) su finalidad. Hoy, los lenguajes adquieren diferentes matices, las categorías se multiplican, pero la racionalidad presentada en los currículos de educación artística sigue siendo la misma.
The contribution addresses the writing of the history of education as a history of the present. The history of the present is seen as a style of reason conceived, both, as a methodological and theoretical gesture. It seeks, through a questioning of blind zones in the present, to trace its origins. It is not simply a question of returning to the past in search of truth. On the contrary, what Michel Foucault’s work allows us is to perceive the contingencies, arbitrariness, fragilities and, so often, violence enclosed in a set of presuppositions, ways of saying, seeing and thinking that we do act in the educational field. In a more concrete way, I will focus on the basic arts education curriculum in Portugal, to show how these are constructed not from a relationship with the arts, but through successive historical layers in which representations of the child, of the methods and processes of learning feed on the psychopedagogical languages with the aim of governing who the child should be and also who should not be that child. Thomas Popkewitz refers to these curricular alchemies as the translation process that transforms a given knowledge into a curricular subject, according to grids of rationality coming from psychology. Arts education is not about the arts but is a translation of psychological principles of the child into schooling. With this alchemical process there also come the rules of how children are supposed to learn, which stages of development they are supposed to go through, how knowledge should be divided and provided, and how the arts mirror the child’s inner life. The production of psychopedagogical knowledge about the child would produce images about what the child is and about what it should become.The government of childhood finds its genealogical lines in the process of governing the social body, in which to the power of governing would always correspond a meticulous gesture of knowledge production about those to be governed. Thus, a look at the curricula from this theoretical approach allows us to analyze not only the structure of the school, but also the grammars that put it into operation, and to problematize the ahistorical child of the arts education curriculum as a larger project that has in the government of the child (and simultaneously the teacher, parents, families, society) their purpose. Today, languages acquire different nuances, the categories multiply, but the rationality presented in the arts education curricula remains the same.
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