El advenimiento de las nuevas tecnologías de la comunicación ha comportado una transformación inaudita de la temporalidad, por la cual experimentamos una suerte de prisa morbosa por trascender el presente que, paradójicamente, termina reproduciendo eternamente el régimen de la producción y su lógica acumulativa. Desde este prisma, el Capitalismo se impone como una nueva religión, erigiendo al Mercado absoluto en el sustituto lógico y cronológico del Dios cristiano.
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