Las instituciones culturales no funcionan de forma ininterrumpida y eficaz sin un alma que las aliente, y en el caso de los museos, el alma está constituida por sus profesionales, quienes catalizan los deseos y aspiraciones de la sociedad a la que sirven, capeando las injerencias de los mandatos políticos, la escasez y necesidad económica o las cargas ideológicas que electrifican las sociedades. Los profesionales ayudan a las colecciones y a la comunidad a reunirse y entenderse.
Esta situación se especifica perfectamente en una de las instituciones internacionales más señeras: la Smithsonian lnstitution.
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