Nuestro sentimiento de vínculo con la naturaleza ha influido en el modo en que se estudia la biodiversidad y ha llevado a la idea de que su pérdida resulta siempre perjudicial.
No obstante, se sabe que la biodiversidad no está disminuyendo de forma generalizada: los descensos que se producen a escala global no suelen observarse a escala regional y solo ocurren en situaciones concretas a escala local. Además, esos cambios no se traducen siempre en una pérdida de las funciones y los servicios que nos ofrecen los ecosistemas.
Los científicos deberían apartar los juicios de valor de la cuantificación de la biodiversidad o, por lo menos, indicar claramente cuándo sus conclusiones incorporan tales juicios.
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