Jean Vigo (1905-1934) utilizó el cine para construir una mirada, para interpretarse a sí mismo, para dar sentido a su vida. Entre el documental y la ficción, el mudo y el sonoro, el realismo y lo onírico, con solo cuatro películas y en algo menos de 200 minutos, ningún cineasta logró llegar tan lejos en menos tiempo. Volver sobre su obra a casi 90 años de su muerte nos reencuentra con una de las figuras esenciales de la historia del cine europeo, con la inspiración inagotable de un cineasta capaz de reinventar el cine mismo, un cineasta único, imprescindible.
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