Verona, Italia
El presente artículo parte del análisis del frontispicio del Leviatán de T. Hobbes (1651) con el fin de subrayar su congruencia, no sólo con el contenido del libro, sino también y más generalmente con la principal tendencia del pensamiento moderno basado en el problema del conocimiento. El icono del Leviatán, entendido como símbolo del poder político, es posible gracias a la distancia óptica de su observador, que, para reconocerlo, tiene que situarse a la distancia adecuada e interpretar sus apariencias correctamente. El poder supremo ya no se corresponde con un orden teológico, ontológico y cósmico otorgado desde lo alto y se convierte en la expresión política de una configuración gnoseológica de la soledad del hombre al interpretar una realidad que ya no está ordenada en sí misma. La relación de estos desarrollos del símbolo leviatánico con sus fuentes bíblicas parece vaga, pero su fuente principal, el Libro de Job, nos ofrece una reflexión penetrante al respecto. El Leviatán, que sella la conclusión del libro, parece ser incongruente con su meditación central sobre la aflicción y el mal, pero, como documenta la filología, es la reminiscencia de los antiguos aspectos funerarios y sacrificiales de los dioses semitas de los que deriva Yahvé. Por lo tanto, el texto esconde un conocimiento de los orígenes históricos del Dios bíblico. El mismo Dios que responde a Job revela su rostro misericordioso, pasando por una larga evolución religiosa estrechamente relacionada con interpretaciones vengativas y violentas de la divinidad. El significado bíblico, por lo tanto, va más allá del uso que Hobbes hace del símbolo del Leviatán, pero anticipa su realismo, dándonos una inesperada herramienta interpretativa del actual mundo globalizado donde el Leviatán ya no es el Estado moderno, sino una red de relaciones de poder extendida a todo el planeta. ¿No sugiere la teología histórica del Libro de Job que esta muy indiferenciada manifestación de poder puede convertirse en el instrumento de un poder espiritual perteneciente a un orden diferente?
The article starts from the analysis of the title page of T. Hobbes’s Leviathan (1651) with the aim to stressing its congruence not only with the contents of the book, but also and more generally with the main trend of modern thought based on the problem of knowledge. The icon of the Leviathan, meant as a symbol of political power, is made possible by the optical distance of its observer, which, in order to recognize it, has to posit himself at the proper distance and interpret its appearences correctly. The supreme power does not correspond any more to a theological, ontological, cosmic order bestowed from above, and becomes the political expression of a gnoseological configuration, of man’s loneliness in interpreting a reality no more ordered in itself. The relationship of these developments of the Leviathanic symbol with their Biblical sources seems to be loose, but on the contrary its main source, the Book of Job, offers us a penetrating reflection on this regard. The Leviathan that seals the conclusion of the book appears to be incongruous with its central meditation on sorrow and evil, but, as documented by philology, it is the reminiscence of the old funerary and sacrificial aspects of the Semitic gods from which Yahweh derives. Thus the text shows to be secretly aware of the historical origins of the Biblical God. The same God answering Job reveals his merciful face passing through a long religious evolution closely connected with vengeful and violent interpretations of divinity. The Biblical meaning therefore goes beyond Hobbes’s use of the Leviathanic symbol, but anticipates its realism, giving us an unexpected interpretative tool of the present globalized world, where the Leviathan is no more the modern State, but a network of power relations extended to the whole planet. Is not the historical theology of the Book of Job suggesting that this very undifferentiated manifestation of power can become the instrument of a spiritual power belonging to a different order?
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