La arquitectura es un modo de vida, un quehacer que oscila entre el arte y la ciencia, y a partir de estas dos visiones, únicamente fundidas y no separadas, se puede entender el quehacer del arquitecto. Sin embargo, sólo podrán encontrarse la plenitud de su sentido y la razón de esa dualidad en la visión total de esa realidad arquitectónica, es decir, en la historia de la arquitectura. Este artículo va dirigido a los estudiantes que alaban a los grandes maestros, pero no conocen a aquellas mujeres arquitectas que, a pesar de sus aportes imprescindibles, no han encontrado un espacio digno en la historia de nuestra disciplina.
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