Desde sus inicios como nación independiente, la conducción político-económica chilena ha tendido a ser representada como un proceso “estable” en comparación a otras experiencias latinoamericanas. Sin embargo, es posible advertir que, hasta el golpe de Estado de 1973, existió una disputa constante en torno a las formas y proyectos con que se pensaba el desarrollo chileno. Durante la dictadura militar se impone un modelo en particular y se abandona la búsqueda de posibles alternativas. A partir de entonces el foco de atención cambia desde la discusión sobre el modelo implementado, a las formas y los actores políticos que conducen un proceso preestablecido y cuyas bases permanecen prácticamente inmutables. A lo largo de este artículo se discuten algunas de las características de dicho fenómeno, así como se pone en relieve el papel que ocupa el Estado dentro de éste
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