Cuando los hechos se convierten en predicciones o incluso en profecías catastróficas, solo pueden ser acatados o negados. La imaginación crítica queda entonces bloqueada en una doble experiencia de la ausencia de límites: la ausencia de límites que conduce al Apocalipsis o la ausencia de límites de la producción de imágenes en la fábrica global de la innovación y la creatividad. La tradición crítica acertó desde un principio al establecer que la condición para la verdadera autonomía (de la razón, de la decisión o del aprendizaje) es poder participar en la elaboración de los propios límites. Este artículo parte de la hipótesis de que el pensamiento crítico necesita elaborarse hoy en alianza con una ecología de la imaginación. La crítica es el arte de los límites, del examen y del discernimiento cauteloso acerca de las producciones humanas y de sus condiciones de posibilidad. La imaginación es la relación viva con ellos. Se sitúa en un «entre» que enlaza, más allá del principio de no contradicción, el ser y el no ser bajo sus distintas formas: lo que sabemos y lo que no sabemos, lo que vemos y lo que no vemos, así como las distintas dimensiones del tiempo. Por eso, como argumentaremos a lo largo del artículo, la imaginación es una potencia de la extrañeza que nos devuelve la posibilidad de relacionarnos con un mundo y una temporalidad comunes, pero no únicas.
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