“Hay que preparase para lo peor”, ha manifestado Bernard Kouchner, y lo peor “es la guerra”. Esta declaración del Ministro de Asuntos Exteriores referente a Irán ha levantado numerosas críticas y ha esclarecido los cambios de orientación de la nueva diplomacia francesa (leer el editorial de Ignacio Ramonet). Ésta ha confirmado principalmente que los Estados Unidos estudiaban muy seriamente una operación militar contra la República Islámica. De hecho, a pesar de todas las precauciones y los rodeos sobre la necesidad de perseverar en la vía diplomática, la Casa Blanca ya ha lanzado una ofensiva estratégica contra Irán, por la que se autorizan acciones “no letales” en el interior de este país y se respalda a grupos separatistas, ya sean árabes, kurdos, baluches o azeríes. Lejos de apoyar a la oposición democrática, este intervencionismo contrario al derecho internacional ha permitido a los “duros” del régimen reforzar sus posiciones y hostigar a intelectuales y demócratas. Sin embargo, en Teherán, se piensa que es posible entablar un diálogo con Washington. Para lo cual se debería aceptar que se pongan sobre la mesa todos los temas del contencioso entre los Estados Unidos e Irán. Y que la Casa Blanca renuncie a su objetivo de “cambiar el régimen”.
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