“La tormenta que se abate actualmente sobre los mercados financieros tendrá su repercusión sobre el crecimiento mundial”, estima el director general adjunto del Fondo Monetario Internacional (FMI), John Lipsky. Más cuidadosos en tranquilizar a la opinión pública (y a los inversores), los gobernantes de Estados Unidos, Europa y Japón pretenden que las fluctuaciones bursátiles no constituyan más que un simple accidente. La agitación se ha desencadenado por la quiebra en Estados Unidos de un mercado inmobiliario saturado de créditos distribuidos sin prudencia: para el segmento de los préstamos con mayor riesgo, llamados “subprimes”, las obligaciones hipotecarias en circulación alcanzarían los 1.300 millardos de dólares; de uno a tres millones de norteamericanos podrían tener que vender su casa. Esta desenfrenada innovación financiera, al propagar el riesgo al conjunto de la economía mundial, ha favorecido sucesivamente la burbuja inmobiliaria, la crisis de la vivienda y la especulación. Una nueva ampliación del crédito contendría quizá (o diferiría) algunos de los estragos. Pero alentaría la recidiva de “los matemáticos locos de Wall Street”. ¿Se anuncia ya la próxima crisis?
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