En Guatemala, en el curso de la campaña electoral, la más violenta desde la guerra civil de 1996, medio centenar de candidatos y militantes han sido asesinados. Detrás de estos crímenes, se perfila la sombra de mafias, a menudo formadas por antiguos militares, que tratan de aumentar su influencia sobre la clase política. Más allá de este contxto sangriento, las elecciones presidenciales del 9 de septiembre no parece que vayan a ocasionar profundas convulsiones.
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