Madrid, España
El presente artículo analiza los veinte capítulos de las dos primeras temporadas de la serie Westworld (Nolan y Joy, 2016) mediante un análisis de contenido. La acción de Westworld se sitúa en un parque temático del Oeste en el que la tecnología ha permitido crear simulaciones indistinguibles de los humanos para que los visitantes satisfagan sus instintos más primarios interactuando con ellos. En este sentido, uno de los ejes que han guiado la investigación ha sido explorar las posibles relaciones entre los humanos y los poshumanos, criaturas artificiales que superan en capacidades intelectuales y físicas a sus referentes biológicos. La confusión que genera la (re)creación tecnológica de lo conocido produce una constante confusión entre los visitantes humanos, los anfitriones poshumanos y los espectadores, indagando a través de imágenes, diálogos y argumentos en ideas posmodernas en torno a la relación entre la realidad y el simulacro. Asimismo, la serie examina y aporta una nueva perspectiva acerca de la singularidad y la posibilidad de que se revierta el dominio actual sobre las máquinas y la tecnología que creamos deje de estar a nuestro servicio. De esta manera, Westworld, a partir de diferentes líneas argumentales, da forma a las inquietudes sociales y culturales que provoca el actual y potencial desarrollo tecnológico, prestando también atención al poder que subyace en el control de toda la información que generan los individuos, en conocer lo que hacen, manifiestan y piensan las personas.
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