El paro, percibido como principal problema social, ha tenido tendencia a enmascarar otra realidad, la de los ataques a la salud ligados al trabajo. La intensificación de las tareas, la presión en los plazos, la precarización en el estatus y la fragmentación de los equipos entrañan una fuerte degradación de las condiciones de vida en las empresas. Jamás el número de asalariados expuestos a sustancias cancerígenas había sido tan elevado. Fragilizados por la exigencia jerárquica y la obligación de obtener resultados, algunas personas acaban suicidándose.
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