La cumbre celebrada a mediados de mayo entre la Unión Europea (UE) y Rusia ha tenido como principal escollo la cooperación en materia energética: la UE, que importa de Rusia un cuarto del petróleo y el gas que consume, se muestra inquieta ante el ascenso en potencia de Moscú en este terreno. El acuerdo que se formalizó, el 12 de mayo, entre el presidente ruso y sus homólogos de Turkmenistán y Kazajistán confirma un cambio de dirección: Moscú ha tomado la ofensiva, tras haber estado a la defensiva durante mucho tiempo debido a la política de trazado de los oleoductos y gaseoductos que impusieron las grandes potencias.
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