La quinta petición del Padrenuestro utiliza en griego un verbo que no significa perdonar (como recitamos nosotros) sino soltar, dejar ir. Ello parece deberse a que, en arameo, la misma palabra significa pecado y deuda. Los hombres solemos pensar que los pecados pueden ser expiados o perdonados pero las deudas «hay que pagarlas». En una sociedad inundada de deudas (como era la de Jesús y es la nuestra), eso sitúa al deudor insolvente totalmente a merced del acreedor. La concepción del pecado como deuda contraída ante Dios nos ayuda a comprender la gratuidad del perdón y nos obliga, cuando somos acreedores, a la misericordia para con el deudor insolvente. Y eso tiene serias consecuencias sociales.
Razón y Fe, Vol. 283 Núm. 1450 (2021): marzo-abril
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