Tras Serbia, Georgia y Ucrania, pensábamos que Azerbaiyán conocería a su vez una “revolución de color”. No ha sido así: los partidarios de Ilham Aliev, hijo del ex presidente Gueïdar Aliev, han ganado las elecciones legislativas de noviembre de 2005. La represión, el nacionalismo y el maná petrolero explican la perpetuación de un poder casi dinástico. A lo que se une el riesgo de un nuevo conflicto con la vecina Armenia.
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