En dos décadas, el uso del teléfono móvil se ha propagado como reguero de pólvora. Sin embargo, ciertos estudios demuestran que su utilización prolongada o la exposición a las emisiones de las antenas de transmisión podrían tener consecuencias nefastas en la salud. Estos argumentos son refutados por una industria que, frente a intereses económicos planetarios, parece haberse salteado el principio de precaución. Los poderes públicos están ‘ausentes’ del debate.
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