Gracias a un gran impulso de generosidad, las ayudas prometidas a las víctimas del maremoto han alcanzado cotas importantes. Pero los países ricos han utilizado todo su peso para impedir cualquier intento de anulación de la deuda de los países afectados por la catástrofe.
Ya ocurrió en 1995, tras el paso del huracán Mitch por Nicaragua y Honduras. Estas catástrofes deberían servir de lección para preverlas y limitarlas, para evitar otras –sobre todo ligadas al clima- y para una reconstrucción eficaz.
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