El artículo presenta las debilidades morales de una meritocracia en la que el individuo solo se juzga por los logros que cree conseguidos por sí mismo, olvidando la contribución que la sociedad ha tenido en ellos. Sobre las aportaciones de la economía y el lenguaje para mostrar la diferencia entre mérito y valor, se describe una espiritualidad del bien común, basada en el acompañamiento, la corresponsabilidad y una imagen de Dios-Amor que crea, cría, cuida y cura a cada uno.
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