A principios de 2013, se observaba un proceso consistente en un amplio giro geopolítico en Europa, que inició con el reposicionamiento de Rusia como potencia regional y con el debilitamiento de la presencia de Estados Unidos en ese continente, porque se hallaba inmerso en las intervenciones militares en Afganistán e Irak desde el primer decenio del 2000. Además, Alemania se había acercado a Rusia. Esta nueva estrategia de Rusia ha cambiado la geopolítica tradicional de la Europa de la Guerra Fría, acercándola a Alemania en la base del consumo alemán de energéticos rusos, por lo que, cada vez más, se hace evidente que el orden unipolar del poder mundial cede espacio al multipolar. Este proceso, sin embargo, no puede transcurrir sin conflictos, ya que la aparición de nuevos actores internacionales resta poderío a las potencias ya establecidas, acostumbradas a un liderazgo sin condiciones. En esta concepción geopolítica se inscriben los acontecimientos que hoy se atestiguan en Ucrania.
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