Por ello hay que decir, de entrada, que la aparente humildad de La vida interior de las plantas de interior reafirma la valentía de un autor que ahora no duda en orillar la tentación de la epopeya posmoderna --donde resuenan los ecos de H. G. Sebald o Roberto Bolaño, innegables referentes de su producción anterior-- para optar por un volumen de cuentos, trece piezas de temática variada, que parecen apuntar hacia la exploración íntima de unas cuantas historias privadas. Porque La vida interior de las plantas de interior se titula así en alusión, tal como ha explicado el propio autor, al disco de Stevie Wonder The Secret Life of Plants, partiendo de una confusión inconsciente entre «interior» y «secreta». Pron, además de introducir indicios irónicos, aporta por doquier comentarios metanarrativos, como la constante referencia a la fecha de El cerco, para recordarnos que estamos ante un mecanismo de representación que, en cualquier momento, puede ser puesto en tela de juicio, algo que se hace palpable en unos desenlaces que apuestan por la suspensión impuesta por un final abierto.
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