Los liceístas cuya trayectoria se remonta hasta los años cincuenta y sesenta del pasado siglo no la han olvidado. Su mítica Turandot de la temporada 1958-59 y su incandescente Isolde del mismo ciclo, junto a Wolfgang Windgassen -por poner un solo ejemplo de sus muchos wagners barceloneses-, son recuerdos díficiles de borrar. Aunque ni el disco ni la historiografía la hayan tratado como se merece, la soprano Gertrude Grob-Prandl fue -ella sí- una intérprete legendaria.
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