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La imaginación novelesca, Bernal Díaz entre géneros y épocas. Oswaldo Estrada Madrid/Frankfurt, Iberoamericana /Vernieri, 2009, 207 pp.

  • Autores: Rafael López López
  • Localización: Guaraguao: revista de cultura latinoamericana, ISSN 1137-2354, Año 15, Nº. 36, 2011, págs. 191-193
  • Idioma: español
  • Es reseña de:

  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • Sin embargo, Estrada se encarga de señalar aquello que hace de toda narración una novela, y que Bernal Díaz usa en su Historia, y es la capacidad de crear una complicidad con el lector a través de un suspense, de establecer un juego con el lector a través de lo no dicho, de no conceder la impresión de una obra acabada -Estrada cita a Lukács-, sino de una obra por hacer o que se va haciendo entre el que escribe y el que lee -ya Iser propuso que una novela es un espacio lleno de huecos que el lector debe llenar- del mismo modo, Bernal Díaz propone una Historia en la que no pretende dar la impresión de un espacio absoluto, sino de un espacio en construcción, el único modo de llegar a la verdad. Pero el espacio se construye también a través de un tiempo que no es el meramente cronológico, sino que debe ser -4o que confirma la caracterización novelesca de la obra de Bernal- un tiempo psicológico, que se estira con la visión de los personajes, que se modula a través de estos y recorre la narración «un discurso elástico que transgrede el tiempo lineal y se ensancha o adelgaza según las preocupaciones más íntimas del narrador» (117), por ejemplo cuando los indios los rodean en la batalla de Grijalba, el terror, el trauma, congela el tiempo o lo estira hasta la eternidad. Retomando la visión con la que partíamos, si bien es verdad que Bernal Díaz se propone como testigo incluso cuando narra el estado de ánimo del gobernador de Cuba en un momento en el que se halla lejos de éste, esto es porque debe situarse en un espacio en la Historia de su tiempo, y dicha pretensión que Juan Miralles juzga como mentira, Estrada la observa desde el lugar de la búsqueda de lo objetivo, desde el lugar que quiere ser completado, no por el discurso siempre insuficiente, siempre subjetivo, sino por el propio lector, pues el espacio del silencio está situado dentro del espacio histórico, y lo que está sugerido habla con mayor amplitud que lo que está dicho, en este sentido la obra de Estrada viene a analizar con lucidez no sólo la Historia verdadera, sino cómo debemos analizar una Historia de la época colonial, a sabiendas de que será tratada de manera distìnta en cada época, pues la obra -y no hace falta citar a Barthes-, es también un diálogo interminable entre el autor y su espacio socio-histórico y los distintos lectores y sus distintos espacios.


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